Sr. Director:
Cuando escribía sobre varios sucesos internacionales que, a mi juicio, amenazan el espíritu deportivo clásico, ignoraba por completo que la Santa Sede preparase un extenso documento sobre esa faceta tan importante de la vida contemporánea. Lo ha elaborado el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida, con el título Dar lo mejor de uno mismo. Se presentó en Roma el día primero de junio, con la principal intervención del prefecto de ese departamento vaticano, el Cardenal Kevin Farrel, un prelado americano nacido en Dublín. El mejor prólogo del documento es el mensaje que, con este motivo, le envió el papa Francisco.
En la segunda carta canónica a su hijo del alma está la sencilla confesión que enfoca la existencia humana como competición: “He peleado hasta el fin el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe”. Pero en la primera, para ayudarle a cumplir su ministerio pastoral, le encarece la primacía de ejercitarse en la piedad: porque “el ejercicio corporal sirve de poco; en cambio, la piedad es útil para todo, pues contiene promesas para la vida presente y para la futura”.
En las biografías del Papa Juan Pablo II se destacan sus cualidades y aficiones deportivas. Siguió cultivándolas después de su elección para el solio pontificio gracias a la piscina de Castelgandolfo. Pero también se las ingenió casi hasta el final, con la ayuda de su secretario y de personas que le querían, para escaparse de incógnito y subir a los montes próximos o practicar el esquí. Fue él quien decidió que existiera, dentro del dicasterio de los laicos, una sección dedicada al deporte.