Sr. Director: Lo peor que nos puede pasar a las personas es que se junten nuestra innata soberbia -seréis como dioses- con nuestra incompetencia. Todos tenemos algo en lo que debemos reconocer nuestra incompetencia, es decir, aquello para lo que no valemos. Hay quien vale para ser un excelente mecánico y es un negado para escribir una buena carta a la novia. Otro que puede ser un gran militar y estratega y no ser nada "manitas"; vamos que puede ser incapaz de apretar un tornillo y menos saber qué tornillo debe de apretar. Así que aquel que consigue hacer, trabajar y vivir lo que mejor sabe hacer, y donde su competencia es manifiesta será una persona feliz y equilibrada. Si además sabe dominar su soberbia, reconociendo sus muchos defectos o carencias en otras cosas; será un gran hombre, aunque sea desconocido. Pero si alguien piensa que es un buen Político, pongamos como ejemplo, no teniendo ni las dotes ni la competencia para ello; y además no domina su soberbia innata, pueden ocurrir dos cosas: o que no pase de una absoluta y oscura mediocridad desconocida, o que por circunstancias, o avatares, llegue a estar colocado en una situación de privilegio totalmente inadecuada para el puesto dada su incompetencia innata hasta ese momento oculta, por no haber tenido que hacer frente a decisiones que requieren competencia. Tenemos en este momento político que vivimos en España, dos "políticos", a los cuales después de haber observado atentamente, sus declaraciones, sus decisiones, sus gestos y como se han movido en el campo de la política podríamos decir que se encuentran en la situación anteriormente descrita. En el primer caso, el Sr. Sánchez, el de la soberbia -ese pecado capital que todos tenemos- se le disparó en el mismo momento y hora en que fue elegido en primarias Secretario General del PSOE. No había sido confirmado por su Congreso, cuando ya dio una orden que provocó el que sus compañeros en el Parlamento Europeo tuviesen que faltar a la palabra dada con el consiguiente desprestigio para ellos y su futura credibilidad. Aquí demostró así mismo falta de Prudencia, algo imprescindible en un buen político. Primer indicio de incompetencia. Luego ha seguido por el mismo camino hasta la situación actual en donde su incompetencia manifiesta y su disparada soberbia, le impiden reconocer que ha perdido las elecciones con una diferencia muy notable con respecto al que las ha ganado y que no ha sabido manejar la situación privilegiada en que se ha visto situado y, ha perdido una oportunidad de oro para demostrar que en él había un gran político. La consecuencia es que ha perdido la investidura a la Presidencia del Gobierno. Algo que tampoco reconoce. Así hasta el abismo. El segundo caso, el Sr. Rivera, que se creyó que casi ganaría las elecciones por dar oídos a consejeros interesados; y la realidad le dejó en 40 diputados muy loables pero muy lejos de una fuerza sustantiva que le hubiera permitido presionar -¿chantajear?- , en beneficio propio. ¿Habría apoyado al PP para que gobernase? Es dudoso. Y tomó el camino equivocado aliándose con el PSOE, para luego exigir al PP que facilitase el Gobierno del PSOE y él mismo. Perdieron a dos la Investidura y sigue sin reconocerlo, queriendo imponer un programa derrotado por dos veces en el Congreso y olvidándose de ello. El Sr. Sánchez es en estos  momentos tan candidato a formar Gobierno como lo es  el Sr. Rajoy, o el mismo Rivera, e incluso el Sr. Iglesias. Si ambos hubieran reconocido el lugar en el que les puso el pueblo español en las últimas elecciones; en estos momentos tendríamos un gobierno de coalición a tres, en el que ambos serían Vicepresidentes, primero y segundo, con 253 diputados detrás que habría permitido acometer la reformas necesarias y meter en cintura a alguna que otra Comunidad Autónoma que lo está pidiendo a gritos y proteger nuestro país de amenazas externas muy serias. Ese sí habría sido el Gran Cambio. No sólo habrían pasado a la historia como pasaron los Padres de nuestra Constitución y el Presidente que pilotó la Transición, también hubieran llegado a ser dos buenos Presidentes, en su momento. Pero para ello sí que hace falta una gran dosis de humildad, que es la que hace grandes a los hombres, y una gran dosis de hombres de estado y de generosidad pensando en su Nación. Y que no culpen de su fracaso al único que si ha sabido lo que tenía que hacer, que era ceder gran parte del poder que hasta este momento ha detentado. Y así lo ha manifestado desde el día siguiente de las elecciones, aun habiéndolas ganado. Pero la historia, la buena y la realidad, pondrá a cada uno en su sitio. J. R. Pablos