Sr. Director:
Entre las sustanciales razones de una buena parte del 1.405.000 españoles que votaron No a la Constitución el 6 de diciembre de 1978 estaba la inclusión del término «nacionalidades», junto al arriesgado experimento del Título VIII con el Estado de las Autonomías, oponiéndose a la potentísima propaganda favorable a su aprobación asegurando que en ello no había peligro alguno contra la unidad de España. Aunque en teoría quizá podría haber sido de otro modo..., la triste realidad es que en la práctica, el interesado juego de alianzas de PP y PSOE con los nacionalistas excluyentes fue confirmando lo temido. Sin embargo, la inmensa mayoría de aquellos votantes del No, cuando fue aprobada la Constitución y tuvieron que jurarla o prometerla, lo hicieron sin doblez y cumpliendo sus palabras con lealtad. Por el contrario, no pocos de los que hoy siguen acusando a aquellos votantes y sus herederos, alardeando de grandilocuentes invocaciones a la Constitución, son los que -además de caracterizarse por soler interpretarla en el sentido más disolvente- no se han cortado un pelo en buscar apoyos para su Gobierno en quienes confiesan como su principal objetivo, acabar con la unidad de la nación española. Y encima tachan abiertamente de anticonstitucionalistas a todos los que osen oponérseles. ¡Curiosa manera de entender la lealtad a la Constitución!