Sr. Director: 

Sí, a ti que lees este escrito y a mí que lo escribo, nos dice el Señor como al paralítico: “Levántate y anda”. Sal de tu pereza y de tu indolencia, deja las comodidades que te paralizan y confiando en el Señor y siguiendo su consejo ponte a caminar. Hay mucho que hacer, mucha gente que espera de nosotros una palaba de aliento, un rato de compañía, una ayuda, un consuelo y que le hablemos de Dios, del Amor que nos tiene, de la alegría que supone vivir en su Gracia, de la ilusión y la esperanza que anima nuestra vida, aunque lo estemos pasando mal. Levántate y anda.

Hay también mucho pecado y mucha ignorancia en relación a Dios. Hay que corregir con amor al que peca y hay que predicar la Palabra de Dios con dulzura, pero también a “tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella”, como dice el apóstol. Hay mucho que hacer porque hay muchas conciencias dormidas y hay que despertarlas. Hay mucha tibieza y superficialidad dentro de la misma Iglesia y tenemos que dar ejemplo de fervor y adoración.

Levántate y anda. El Señor nos mandó: “Id y predicar”, por tanto la vida del cristiano tiene que ser activa, tenemos que cumplir el mandato que nos dio, confiando en su fuerza y en su poder, nosotros con nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada pero Él lo puede todo. Levántate y anda y pon a trabajar los talentos que Dios te ha dado, que no tenga que llamarte siervo holgazán, porque lo importante consiste en cumplir el mandato que nos dio; Él dijo “Id y predicad, no dijo id y convertid”, por tanto eso es lo importante y con esta conciencia de que solo Él salva, no caerás en el pesimismo ni el desaliento. Levántate y anda y sigue el ejemplo de la Santísima Virgen que se fue con prisas a la montaña para servir a su prima. ¡Qué maravilloso es el Amor que Dios nos tiene! Si ardiese en nuestro corazón ese fuego abrasador del Amor de Dios, el mundo entero se levantaría y se pondría a caminar. Empecemos sin demora esta maravillosa tarea y digamos como Abraham dijo a su hijo: “Dios proveerá”.