Es en la familia, esa comunidad de amor que llamamos "iglesia doméstica", donde se aprende a pedir permiso, a decir "gracias", a dominar la agresividad o la voracidad, y también a pedir perdón. Estos pequeños gestos ayudan a construir una cultura de la vida compartida y de respeto a lo que nos rodea.
Y, no lo olvidemos, la familia es también el hospital más cercano, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes y el mejor asilo para los ancianos. Constituye la gran riqueza social que otras instituciones no pueden sustituir. Por eso debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos, y que no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.
Enric Barrull Casals