Sr. Director:
El genio más brillante y perspicaz de Occidente, San Agustín en su grandiosa obra La Ciudad de Dios ( XXII, 13) se planteaba una cuestión de máxima actualidad en estos tiempos en el que el aborto asola Oriente y Occidente. Plantea, San Agustín, una cuestión de grandes dimensiones teológicas y morales que desarma la banalidad de la ideología atea y abortista: dando una respuesta a la cuestión si resucitarán los fetos abortivos. Escribe el genial teólogo contra sus adversarios: ”No me atrevo a afirmar, pero tampoco a negar que los fetos abortivos que hayan vivido en el útero materno y hayan muerto allí, han de resucitar. Sin embargo, no veo por qué, si no se les excluye del número de los muertos, ha de excluírselos de la resurrección".
Porque una de dos: o no resucitarán todos los muertos y habrá almas humanas que permanecerán eternamente sin cuerpos, como las que han vivido en el útero materno; o, si todas las almas humanas tomarán, para resucitar, los cuerpos que hayan tenido, de cualquier lugar en que lo hayan dejado, no hallo la razón para excluir de la resurrección a los niños que han muerto en el útero materno. A cualquier sentir que se atenga cada cual, lo que dijésemos de los infantes ya nacidos, eso mismo debe aplicarse a los fetos si resucitaren”.
Un interrogante que cuestiona la visión materialista y abortista que domina en el mundo del ateísmo y para el cual no se tiene más respuesta que la mofa y befa.