Sr. Director:

En el Mundial de Fútbol de Qatar, paraíso del soborno, durante los partidos de la meritoria y admirable selección de Marruecos contra España y Portugal, fue evidente la masiva presencia en las gradas de marroquíes, frente a minoritarios grupos de españoles y portugueses. La crisis económica y los altísimos gastos que suponen el viaje, entradas y un mínimo alojamiento y estancia allí, explican el reducido número de éstos; mas no así el de aficionados marroquíes. En España, según el INE, hay empadronados unos 873.000 marroquíes, a los que habría que sumar los muy numerosos que no lo están. Como en toda inmigración de carácter económico, gran parte de ellos vinieron a ocuparse en penosas labores que hoy rechazan los españoles por esos mismos salarios y condiciones. Bienvenidos sean, pues con sus trabajos nos beneficiamos todos, nosotros y ellos, pese a que la mayoría no suela desearnos lo mejor. 

Sin embargo, junto a los que vienen a trabajar, hay un número creciente que acude alentados por un efecto llamada a disfrutar de los servicios, subvenciones y prestaciones que generosamente se les conceden en España. Entre éstos son cada vez más frecuentes los jóvenes y menores de edad ya talluditos que presentan la insólita circunstancia de encontrarse en nuestro suelo casi por generación espontánea, porque alegan carecer de familiares en Marruecos (?); y otro número considerable que viene persiguiendo objetivos claramente delictivos. 

Llegan alentados por una torpe y generosa política española que pretende reemplazar con ellos nuestro grave déficit poblacional, junto a otros alientos menos confesables de algunos partidos políticos que buscan oblicuos intereses electorales. En cualquier caso (e incluso dejando al margen algo tan fundamental como es una permanente política marroquí de amenazas y reivindicaciones sobre parte de nuestro suelo y aguas), se nos sigue vendiendo al pueblo español que atender benéficamente a todos los que llegan, constituye un deber de solidaridad samaritana respecto a nuestros vecinos más pobres, tachando de xenófobo a quien ose cuestionarlo. Mas comprobando el alto número de aficionados marroquíes en Qatar (número que difícilmente podríamos permitirnos los españoles con nuestra situación económica), cabe plantear serias dudas respecto a nuestra obligación y sus carencias. 

Dicen que el cuco pone los huevos en nido ajeno para que otros les críen sus polluelos. La naturaleza imitando al arte... de la subvención.