Sr. Director:
Los hoteles ‘sólo para adultos’. Los hoteleros comprueban que hay un público que busca la tranquilidad máxima sin menores. Los que acuden son padres en su mayoría, que no quieren estar rodeados de niños cuando no tienen a los suyos, vivir unos días de amor matrimonial exclusivo.
Hay quienes piensan que limitar el acceso a los menores a los hoteles va contra los derechos fundamentales y del artículo 15 de la Constitución. Otros defienden el derecho de admisión.
Me temo que el amor a los niños se está volcando en las mascotas, sustituyéndolo. Como si asistiéramos a una “humanización” de las mascotas. Algunos lo afirman. La calle y las conversaciones arrojan luces, hasta el punto de ver a dueños de perros hablando con el can como si fuera una persona… y no hablo solo de un caso.
Me gusta ir caminando por las ciudades, siempre que la distancia sea asumible. Unas cuantas veces me he dado un buen susto al girar la esquina y ladrarme un perro, o en medio de la calle, pidiéndome perdón la dueña o el dueño. Esos sustos urbanos – y no hablo de los que he tenido en zonas rurales haciendo footing - que proporcionan los perros no los ocasionan los niños, también es cierto que porque hay menos niños que perros. Tal vez llegue un día que haya parques que no se admitan perros, al paso que vamos.
Me resultan curiosas estas contradicciones: se permite abortar a una niña menor de edad, y no puede estar en un hotel “only adults”. Es una incongruencia. Los niños son una bendición, vida y alegría. Ahora no se tienen hijos o se dejan a los abuelos para ir unos días a un hotel “only adults”: molesta un niño pero no un perro. Algo está fallando.