Sr. Director:
Estoy cansado de ver en cada rincón del mundo el «minuto de silencio». Y perdone que traiga a colación aquella lejana escena de los reyes en el Patio de la Armería del Palacio Real, pero es que no entiendo por qué España, la Nación católica, se ha empeñado en sacar el crucifijo de su esencia, y se ha vuelto hacia el mundo. ¿Querían hacer un homenaje a los fallecidos por la pandemia? Pues un Padrenuestro y un Avemaría por vivos y difuntos; ¡vaya!, ésa es una obra de misericordia. Ahora, con unos años de diferencia, el Rey ha vuelto a la Basílica del Cristo de Medinaceli, pero lo ha hecho solo -no me sorprende nada-. No sé si por mero protocolo, o porque es un indicio de la vuelta a Cristo que tanto necesita el país. Pero, bueno, Majestad, ¡gracias por dar ese buen ejemplo!
Es cierto, el camino de salvación de esta España no está en los políticos, sino en la contemplación del Crucificado, pero diré una cosa, Sr. Director, y que me llamen oscurantista; pero si el jefe del Estado se acercara un poco más a la Iglesia de Cristo, su ejemplo llegaría a más fieles en todo el territorio, y el Señor de Medinaceli volvería a ser Señor de España.