Sr. Director:
Cada uno presume de aquello que más le encandila, sobre todo en política. Nuestro presidente, el mentiroso, le suliveya jugar con la muerte y a eso ha dedicado gran parte del tiempo de su mandato. Empleó varios meses en diseñar la estrategia para profanar la tumba de Franco, que ya nadie recordaba, pero él quería vencer a un muerto.
Desde el comienzo de la democracia, esa etapa de 40 años feliz para los españoles, con la que ahora quieren terminar, no hubo preocupación por legalizar ninguna muerte. Fue Felipe González el que hizo una incursión en ese mundo, pero como era una persona moderada y con un gran sentido de estado, no quiso lastimar mucho a los ciudadanos. Pero llegó el inane Zapatero y legalizó la matanza indiscriminada de niños por el grave delito de no haber nacido todavía. El aborto se consolidó en España, por mandato de un inútil gobernante. Millones de asesinatos se han cometido amparándose en la protección que les daba este perverso. El PP de Rajoy, no ahondó en esa felonía, pero tampoco hizo nada por rectificar la de su predecesor, traicionando con ello a sus votantes.
Por fin el maligno, que empujó de su sillón al que gobernaba con la anuencia del pueblo, para colocarse él y desde allí controlar todas las instituciones y con ellas todo el poder. Luego no tuvo suficiente con remover la más triste historia de enfrentamiento entre hermanos, resucitando a Franco, sino que ahora pretende legalizar más asesinatos, los de las personas mayores que ya no son rentables a la sociedad, la eutanasia, apuntándose un triunfo más de muerte en su terrorífico palmarés. Se le atribuyen a Sánchez la culpa por desidia e incompetencia del alto número de fallecidos por el coronavirus, el más alto índice de Europa y de casi todo el mundo, pero su control de la máquina informativa evita que se difunda esta realidad.
No sé qué le dejarán para el que venga detrás, si viene alguien, pues Sánchez, como todo buen dictador, pretende quedarse indefinidamente en el poder. Seguro que el siguiente del PSOE legalizará el asesinato del vecino que, al salir de tu casa, no te de los buenos días.