Sr. Director:

Días muy felices fueron otros, cuando, todos, en la familia, se reunían para celebrar la Nochebuena, el nacimiento de Cristo, nuestro Salvador. Ahora, con la dichosa “pandemia”, unida a la dispersión de miembros de la familia en tantos casos, muchas reuniones familiares quedan truncadas. Con todo, las circunstancias no pueden quitarnos la alegría por el nacimiento del Redentor. Aunque sea en la distancia, no dejaremos de comunicarnos y de sentirnos unidos; afortunadamente, existe el teléfono, el móvil y la tableta: reuniones “on line”; pero, al fin y al cabo, reuniones.

La alegría de los cristianos es intocable: la Humanidad estaba perdida por el pecado; pero Dios, el ofendido, se compadeció de nosotros y Él mismo tomó nuestra naturaleza para restaurarnos la gracia perdida. Llevamos la semilla del pecado; pero, también, un resorte espiritual que puede tirar de nosotros hacia arriba, llenarnos de esperanza en una vida que será plena y totalmente feliz en la vida eterna: entonces, la familia estará reunida para siempre, y sólo faltarán los que, voluntariamente, se hayan apartado de la senda recta.  Ha nacido Cristo, ha nacido Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios. Él es nuestra salvación, el motivo de nuestra esperanza y de la alegría de la Navidad. La alegría de los cristianos es intocable.