Sr. Director:
Sin otro interés que el de intentar servir a la verdad, paso a contestar su artículo: «El problema de Vox. La foto, la maldita foto, de Buxadé y Olona con Marine Le Pen», respecto a la equiparación que en él se desliza y subyace sobre lo que usted denomina «el ala nacionalista, más bien falangista de Vox» enfrentándola al ala cristiana, e identificando el falangismo, no ya con el fascismo, sino hasta con la deificación del Estado e incluso con la colocación de éste por encima del mismo Dios.
Lo anterior, si procediera de otro periodista o lo encontrase en otro lugar, no me movería tanto a escribirle por el tiempo y las molestias que me suponen; pero al publicarse en este prestigioso medio, donde seguramente una buena parte de sus lectores desconoce ya todo lo referente a la Falange que no sea un insulto o un improperio, entiendo que pudiera inducir a un error de concepto sobre el significado del pensamiento e ideas falangistas, como también de su fundador, José Antonio Primo de Rivera.
De ningún texto de los escritos joseantonianos ni de las palabras recogidas en sus múltiples intervenciones, plasmados en sus Obras Completas, cabe extraer la conclusión a la que usted llega, así como tampoco de los actos de Gobierno y declaraciones que en su momento llevaron a la práctica aquellos falangistas que tuvieron diversas responsabilidades políticas durante los Gobiernos del general Franco, por mucha infamia que desde entonces se haya vertido sobre aquéllos y éste. Lo siento, pero no es así.
Lógicamente comprendo que no se compartan las ideas falangistas, pero me parece muy desacertado (y algo muy propio de la elite liberal más fetén, pero no precisamente de usted) tender a demonizar cualquier acción política que se acerque a la parte de la sociedad más vulnerable económicamente, frivolizando o ridiculizando un concepto -como es el de justicia social (tan usado por la propia Iglesia)- hoy tan prostituido por el progresismo y el materialismo marxistoide en cualquiera de sus aplicaciones.
Por otro lado, no creo que Marine Le Pen constituya un pacífico y común referente del falangismo, como tampoco me lo parece de Vox, con independencia de simpatías más o menos personales que seguramente se agradecen cuando casi todos te escupen dentro y fuera de tu patria. Pero la aclaración sobre este punto le correspondería más bien a Vox, grupo político con el que simpatizo, pero al que no pertenezco.
Señor director, en sintonía con sus palabras en el citado artículo, la esencia de la Falange es también el cristianismo; sin esta esencia no se comprende su doctrina ni nos habríamos acercado al falangismo la inmensa mayoría de quienes encontramos en José Antonio a un gran modelo humano y político. Pero ni el patriotismo significa deificación del Estado, ni defender la unidad de España lleva necesariamente al fascismo. Y esta defensa, para los católicos, tampoco nos obliga a someternos y pasar por los cambiantes dictados y pareceres de la mayoría de una jerarquía eclesiástica, tan preocupantemente variable conforme a los vientos favorables que soplen; una actitud de la cual, los patriotas españoles somos dolorosos testigos. Pero sé que esto abriría otro debate no menor y ya he abusado suficientemente de su atención.