Se entiende la decepción, la indignación y la más enérgica denuncia de lo que está sucediendo de la sociedad española, hastiada de este tipo de comportamientos.
Ahora bien, lo que España no puede permitirse es vivir en un estado de shock permanente, que paralice y dé la sensación de que todo se soluciona rasgándose las vestiduras y poniendo el sistema patas arriba.
La regeneración moral es imprescindible y urgente. Atañe a los partidos políticos, en particular a los mayoritarios, que no deben aprovechar el momento para hacer política de corto vuelo, y atañe a toda la sociedad. El diagnóstico es grave y el peligro evidente. Hay que ponerse manos a la obra porque se extiende una visión fatalista que puede generar violencia y cinismo, que deslegitima la democracia y es el caldo de cultivo perfecto para que crezcan los populismos presuntamente salvadores. Y si nos deslizamos por esa pendiente, será peor el remedio que la enfermedad. El caso Grecia y las consecuencias pueden ser un revulsivo.
J. Mez