El aumento de manifestaciones antisemitas en toda Europa es un hecho tremendamente preocupante.
En Francia fueron profanadas 300 tumbas en un cementerio judío en Alsacia. Ante el creciente éxodo de judíos que están abandonando el país rumbo a Israel, el primer ministro, Manuel Valls, ha dicho que Francia está herida, que el lugar de los judíos franceses está en su país, y que cuando un miembro de la comunidad judía se tiene que marchar, un pedazo de Francia se va con él.
Por su parte, el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu está animando a todos los judíos de Europa a que, si no se les quiere, vuelvan a su casa, Israel. Meyer Habib, un parlamentario francés judío, ha manifestado, compungido, que recibe cientos de llamadas de judíos que no saben qué hacer.
El antisemitismo se ha convertido en un problema estructural. Los judíos son una minoría en Europa, pero en términos relativos son el blanco de un porcentaje altísimo de la violencia racista.
La vieja Europa tiene la suficiente historia, aun caliente, como para alcanzar a comprender las dimensiones de lo que está sucediendo. Como cristianos debemos entender que nuestra suerte va unida a la de los judíos, nuestros padres en la fe. Como dijo el Papa Pío XI, "nosotros somos espiritualmente semitas".
Xus D.