Una vez más el fanatismo terrorista ha atentado contra los cristianos, en la ocasión que nos ocupa ha sido en Pakistán.
Y es que Pakistán es solo un lacerante ejemplo más, donde es frecuente la persecución, especialmente contra las minorías religiosas. Ya está bien. Que el don de la paz y de la concordia llegue a tantos lugares atravesados por la sinrazón del terrorismo, y que no cejemos en el empeño de la oración y de la denuncia.
Ambas son imprescindibles para que el mundo entienda que es intento vano tratar de esconder esta vergüenza.
Pedro J. Piqueras Ibáñez