Sr. Director:
Ya me habían advertido, leyendo varias críticas de cine, que me iba a afectar existencialmente. Que nos vigilan ya lo sabíamos y eso de "yo no tengo nada que ocultar" es un clásico en cualquier conversación. Lo que no sabíamos hasta ahora (y es lo realmente preocupante) es hasta qué punto estaba descontrolado. Y es que la película Snowden explica en menos de dos horas que poco o nada escapa a los ojos y oídos de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Después de resumidos así los hechos, acercarse a un ordenador o a cualquier cosa que esté conectada a Internet no me parece ya muy seguro, si es que quiero proteger mi intimidad (y la intimidad de los que me rodean, lo que es mucho peor).
Lo mejor de todo es que la historia se centra en que EEUU espía más a su propio país que al resto del mundo. Cómo si eso fuera el verdadero “pecado” de Snowden al filtrarlo al mundo entero. Los estadounidenses tienen una especie de "Google" de todo lo que pasa por Internet en sus manos (nada escapa a su buscador de privacidad, NADA) y parece que a ellos sólo les preocupa su propio país. Los anglosajones, como siempre, mirándose el ombligo.
No me extrañaría que el resto de gobiernos mundiales (por no hablar de ciertas multinacionales) les hubieran comprado ya ese “programa espía” a los servicios de inteligencia estadounidenses y lo estuvieran utilizando a destajo.
En fin que, por mucho que Snowden haya conseguido que tapemos la cámara web de todos nuestros dispositivos, seguimos teniendo el audio a su disposición o las televisiones inteligentes o altavoces conectados a Internet, todo fácilmente accesible por este “programa espía”. Y aunque consiguiéramos “desenchufarnos” por completo nosotros mismos de todos esos aparatos, seguirían existiendo los dispositivos de nuestros familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, dependientes, paseantes, conductores de coches conectados con wifi,... ¡Nada escapa al Gran Hermano en el siglo XXI!