Sr. Director:
Se las dan de progres y rojazos cuando les toca rozarse con la gente de a pie y visitar pueblos donde no les conocen; y cuando toca mitin, levantan el puñito y se vienen arriba musitando la Internacional, que nunca se aprendieron del todo, sintiéndose unos liberadores de pueblos oprimidos.
Se proclaman defensores de la escuela pública, pero colaboran con los que persiguen la enseñanza en español, y tienen a sus hijos en los colegios privados más selectos y requetelaicos, sólo para bolsillos muy privilegiados. Comen en los restaurantes más caros, aunque sus mensajes nos urgen sobre la imperiosa necesidad de convertirnos en insectívoros por el bien del planeta. Se pasean con el kilometraje pagado en coches de alta gama, mientras denuncian los terribles males que nos acechan si no utilizamos el patinete.
Lanzan injustas acusaciones contra la Iglesia, aunque son los primeros encabezando procesiones y asomando la cabeza por cualquier acto religioso que les suponga un bañito de masas. Abren sus brazos a la «migración» y condenan que se tache de ilegales a quienes se saltan nuestras fronteras y nuestras leyes, pero residen en aisladas urbanizaciones con seguridad privada.
Se declaran progresistas, cuando en realidad son unos cínicos sin solución de continuidad y unos pijos discontinuos.