Sr. Director:
El Papa Francisco ha consagrado al Inmaculado Corazón de la Virgen, a las naciones de Rusia y Ucrania, principalmente, por que acabe la guerra y se establezca la paz. Loable decisión que ya había solicitado la Virgen en 1917, que los obispos de todo el mundo consagrasen a Rusia a su Inmaculado Corazón, y no olvidemos que la Revolución Comunista en Rusia comenzó en Octubre de 1917; posiblemente si se hubiera efectuado la consagración que había pedido no habría estallado la Revolución Comunista.
Tenemos que recordar por si lo habíamos olvidado, que el pecado es el origen de todos los males y por tanto de las guerras. Veamos la situación actual del mundo, con una inmoralidad y corrupción sin precedentes y vemos como continua la extensión del mal incesantemente con leyes cada vez más inmorales. El estado de la Iglesia en muchos lugares se ha convertido en una asociación benéfica y social, para atender a los pobres y necesitados. La Divina Eucaristía está desacralizada a escala global y en muchos lugares no encuentras ni tan siquiera el sagrario. Pero no olvidemos que Cristo para liberarnos de la esclavitud del pecado y abrirnos las puertas del cielo, tuvo que padecer su Pasión de la cual no hay palabras para calificarla y después Resucitó. Pues esta es la situación de la sociedad actual, no solamente no ha hecho caso de los mensajes celestiales, sino que su situación es muchísimo moralmente más grave. Por tanto tenemos que pedir a la Santísima Virgen para que cese la guerra y venga la paz, pero el estado de la sociedad, incluida la Iglesia Católica, no ha entendido que si queremos la paz tendremos que anular las gravísimas leyes establecidas contra Dios, y sin esta condición indispensable, es decir, reconocer nuestro pecado y convertirnos, no habrá paz. O volvemos al pasado sino no hay futuro. Cuaresma tiempo propicio para convertirnos personalmente. Tenemos que morir al pecado si queremos paz en este mundo y heredar la vida eterna. La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, no puede ser olvidada. El es el único Dios y Salvador del hombre.