Sr. Director:
Prácticamente todo el caudal de comentarios suscitados por la compra del lujosillo chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero ha girado sobre la incoherencia que ello significaría respecto al consabido discurso oficial de Podemos, partido al que ambos representan en las más altas instancias.
Desde las ideas podemitas se comprende que la compra de «una casa en el campo» (sic), no excesivamente modesta, resulte escandalosa. Mas igual de llamativo es, pese a no haber provocado interés, que hayan justificado dicha compra en poder emprender un nuevo «proyecto de vida y de familia»; así como para preservar la intimidad de sus futuros hijos. Y esto, tan razonable como loable, sorprende por la convicción que ambos parecen profesar en la estabilidad, duración y permanencia de su iniciada relación de pareja; o al menos, durante los 30 años que ellos dicen que les quedan para levantar la hipoteca. Si no fueran conocidos por su militancia podemita, se podría llegar a concluir que estamos ante una de las escasísimas parejas que todavía buscan «construir un proyecto de vida» desde la aceptación de un firme compromiso en la indisolubilidad de su relación. Algo que ya suena tan raro, como las aparentemente privilegiadas condiciones del préstamo recibido para adquirir la tan cuestionada vivienda.