Cartas al director
Quizás Pablo Iglesias ya ha cumplido su papel
Sr. Director:
Hace algún tiempo que tanto los comentarios como los silencios de todo el panorama tertuliano son unánimes.
Nadie se atreve a recortar hoy un ápice de su mérito al líder de los hasta ayer mismo peligrosos populistas bolivarianos comunistas venezolanos leninistas y fiestas de guardar, en cuanto al entusiasmo por la renovación que ha conseguido inyectar a toda la clase política española, más la de una parte del resto del planeta y pendientes aún como estamos de confirmar la existencia de vida en confines que solo el Hubble y otras monturas para cortos de vista se atreven a escudriñar.
Frente a este éxito ya imborrable y exclusivo, pero que puede ensuciarse incluso sin mayor culpa, la pulsión de Pablo por pasar a la historia ahora, que aún es casi perfecto, se convierte en una tentación muy difícil de soportar. Así se ahorraría los fracasos insalvables de la política que se pringa en el charco de los detalles.
Porque, a fin de cuentas, ¿qué albergaba si no su mente antes preclara cuando se resistió, contra viento y marea, a presentar Podemos a las municipales? En mi opinión, la voluntad, no exenta de cierto elitismo, de evitar ser salpicado por los errores que cometerían los componentes, ahora con vara de mando, de un aluvión cuyo mayor mérito sería el de haberse subido a un carro cargado de expectativas. No ser aún un partido clientelar como PP y PSOE implica el riesgo de asumir casi en directo cualquier comportamiento de compañeros desconocidos, o expulsarlos sin poder medir antes las consecuencias.
"Militantes" que no han sido convenientemente macerados en organizaciones de base en las que cualquier progreso personal supone el retroceso de uno o varios compañeros que estaban antes.
Es en la duda sobre el propio futuro que envuelve a Iglesias donde reside, en mi opinión, el origen íntimo del cúmulo de errores de Pablo, incluidos los verbales, que han llevado a Podemos de un puesto de privilegio en las encuestas a retroceder hasta una cuarta posición que condenará al fracaso la única posibilidad histórica de consolidar una izquierda que podría lograr los diputados y senadores suficientes para forzar un cambio potente que blindara la democracia, dada la coyuntural división de la oferta electoral en el seno de la derecha.
Votos decisivos circunscripción por circunscripción, en algunas incluso muy pocos, van a quemarse en una hoguera de vanidades disfrazadas mientras Rajoy, Rivera, Sánchez y Merkel, incluso aunque ninguno de ellos gane, brindarán la noche del 20D con la misma marca de champán francés.
Anoche, en La Sexta, Évole batió un nuevo récord con nuestro protagonista y Rivera, un café con leche sobre el que hoy nadie guarda silencio. Al lector de esto que también haya formado parte de los más de cinco millones que vieron el programa le toca contrastar las sensaciones aquí vertidas con las que proyectó Iglesias.
Desde un enfoque distinto y básicamente político hay, en mi opinión, un error de concepto en la decisión inicial de Pablo de pasar de la teoría en la Facultad a la práctica en un partido, cosa que tiene mucho que ver con una lectura del 15M a través del prisma de la Transición, con el ruido ensordecedor de la especie "PPPSOE" ahora en desuso y con la incapacidad de conquistar IU desde dentro para cambiarla, a lo que seguro ayudaron las desconfianzas de Cayo hacia lo nuevo cuando esa coalición era mucho más suya que ahora.
Y en el momento que vivimos, un error estratégico de Pablo en el papel de las marcas políticas en medio de la sustitución del bipartidismo por una oferta mucho más variada y compleja. Pero estas son historias distintas, que atacaremos en otro momento.
Domingo Sanz
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