Sr. Director:
Me interesó la noticia de miles de suecos unidos para responder a la avalancha de mensajes de odio en Internet. Las nuevas técnicas han acrecentado quizá los posibles males de la lengua denunciados en la Biblia: no se trata de mensajes que suscitan en el lector rechazo, repulsa. Al revés, provocan odio para las personas o situaciones que mencionan. Y las redes sociales, que deberían ser instrumento de conocimiento y concordia entre los hombres, se convierten en transmisores de enemistad. De ahí la iniciativa sueca de una organización llamada #jagärhär ("I'm there"), un grupo de Facebook de casi 75.000 miembros. ¿Cómo actúan? Cuando una persona es atacada online, salen en su defensa con mensajes positivos (“Kill them with kindness”). Todo un modelo para la cultura del sur, quizá más propicia a la crítica que al aplauso.
Haría falta algo semejante en el campo jurídico, para contribuir a revisar leyes progresivamente odiosas: paradójicamente, unos odiadores se han impuesto sobre otros, con notable desconcierto y abundantes injusticias en los procesos penales. No crece la concordia, ni disminuyen sensiblemente las violencias ni las muertes. Sólo aumentan las denuncias.