Sr. Director:
Me parece que el problema principal que padecemos con este gobierno de izquierdas e independentistas es la ruptura del consenso social. Todo lo demás cae bajo este paraguas.
Las relaciones entre los agentes sociales se sustentan sobre la base de no mentir y de la confianza en la honradez de las dos partes, sea entre particulares o en relación con las instituciones; sin embargo todo esto ha desaparecido con este “gobierno progresista”. Los partidos -incluido sus socios- se miran con recelo pues no se fían, los empresarios lo mismo, tampoco la Comunidad Europea, menos aún el Poder Judicial, y de modo más amplio la gente corriente. Lo comprobamos en las conversaciones entre compañeros, en los trabajos, en las cafeterías, con los taxistas, y en las familias. Las bromas circulan por internet y sirven como válvula de escape para el desconcierto y la indignación, y también por el miedo al intervencionismo y la imposición abusiva, nada democrática ni progresista.
Pero este gobierno Frankenstein vive en su burbuja del cielo, pues ya no pisa las calles y es ajeno a la vida diaria, si bien tiene la férrea voluntad de cambiar la sociedad, metiendo sus manos en todos los ámbitos. Entre otros, la educación -"los hijos no pertenecen a los padres", Celáa dixit-; en las leyes sobre la vida y la muerte -le corre prisa una nueva Ley sobre la eutanasia, y la del aborto para las adolescentes al margen de sus padres-; la configuración de la nueva sexualidad polivalente -nombrando a Beatriz Gimeno directora del Instituto de la mujer, con un pasado tremendo sobre el sexo y la pornografía-; y también para someter al Poder Judicial. Y no es menos importante la anulación del Monarca interviniendo en sus altas funciones para dejarlo como una figura decorativa.