Sr. Director:
Que el mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, lo sabe cualquier católico que pisa con frecuencia el templo. En todas las iglesias de España se venera su imagen y cada vez son más las parroquias que celebran la novena o, al menos, el triduo al Corazón de Jesús en los días previos a su fiesta. Dos son los atributos característicos del Sagrado Corazón: el Amor y la Misericordia.
El culto universal al Sagrado Corazón data del siglo XIX, con el Papa León XIII (escribió la Encíclica Annum Sacrum), quien consagró el mundo al Sagrado Corazón (1899) y recomendó a todos los obispos que celebraran la fiesta en sus diócesis. Antes, Clemente XIII ya la había instituido para Polonia. La devoción se extendió por Europa con el papa Pío IX ( 1792-1878), quien había aprobado oficialmente este culto, que profesaban íntimamente los cristianos desde que Longinos atravesara con su lanza el Corazón de Cristo. A partir de Pío IX, todos los Papas han sido grandes devotos del Corazón de Jesús y han escrito sobre Él importantes Encíclicas y páginas bellísimas.
Fue a partir de Santa Margarita María de Alacoque ( Francia. 1647- 169) cuando la devoción al Sagrado Corazón se extendió por Europa. A ella se le apareció el Sagrado Corazón y le pidió la comunión reparadora los primeros viernes. Entre otras cosas, le dijo: “ He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y en cambio, de la mayor parte de ellos, no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio en este Sacramento de Amor [ la Eucarsitía]. Si supieseis cuan grande será el galardón que dará a los que se consagran a él y le honran! (…). Este divino Corazón os pagará, no solamente en vuestra persona, sino en la de vuestros parientes y de todos aquellos por quienes os interesáis, a los cuales mirará con ojos propicios y misericordiosos para socorrerlos y protegerlos en todo, con tal que acudan a Él con confianza”.
En España, América y Filipinas, el culto al Sagrado Corazón se extendió gracias a la labor divulgativa del Beato Bernardo de Hoyos ( 1711-1735), quien contempló, en la iglesia de San Ambrosio de Valladolid (hoy, Basílica de la Gran Promesa), el Corazón de Jesús envuelto en llamas de amor y coronado con la cruz. Le encargó la celebración de una fiesta en su honor y le hizo esta Promesa: “Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”. La Basílica de la Gran Promesa se ha convertido en centro de peregrinaciones, con gran sentido. También, desde este Santuario se celebra y extiende el culto a la Divina Misericordia de tan adorable Corazón, “en el que reverbera el Amor del Padre” ( Cardenal Blázquez. Homilía en la Fiesta del Sagrado Corazón).