Sr. Director:
La celebración cristiana de San Juan Bautista ha quedado secuestrada por el pensamiento mágico-pagano que sólo celebra el solsticio de verano entre efluvios etílicos y danzas ígneas. Pero San Juan Bautista el precursor siempre será el mayor de los nacidos de mujer, como afirmó a quien llamó Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan Bautista es una personalidad singular en el contexto religioso de su tiempo: no es zelota que intenta por métodos violentos restaurar la Torá, frente a los invasores romanos; tampoco es un esenio que alejado de la espiritualidad del Templo, busca en el desierto la llegada inminente de una nueva espiritualidad. San Juan es una personalidad única por su praxis y por su mensaje.
La forma exterior de vida de Juan, coincide con su predicación del juicio. Viste austeramente, una vestidura hecha de pelos de camello y se alimenta con langostas y miel silvestre. Vestido y alimento propios de los beduinos del desierto Su mensaje está caracterizado porque el fin de la Historia está próximo. Nada cabe esperar de las instituciones ni judías, ni romanas, el futuro esperado, que pone límites a todo presente, es obra exclusivamente obra de Dios. Ante este fin inminente, Juan predica la conversión y el consiguiente rito bautismal, es Juan el Bautista, es quien prepara para el bautismo de definitivo instituido por Jesucristo como puerta de entrada en la Comunidad de los Creyentes, la Iglesia Católica.
El fin terrible de San Juan está relacionado con un adulterio regio. El Rey Herodes, que como representante del Imperio Romano poesía el ius gladii, (la pena capital), no pudo admitir el reproche del Bautista, porque había se había casado con Herodías la mujer de su hermano. Herodías que odiaba mortalmente a Juan, aprovechó la fiesta de cumpleaños y el baile de Salomé, la hija para pedir la cabeza de Juan el Bautista, a lo que accedió el rey por orgullo y debilidad. Desde entonces muchos han pedido las cabezas de sus adversarios para mantenerse el en el poder.