Sr. Director: El pasado 29 de abril la Iglesia Católica celebraba la festividad de Santa Catalina de  Siena, Doctora de la Iglesia junto con Santa  Teresa de Jesús y Santa Teresita del Niño Jesús. A pesar de morir a los 33  años y de su falta de formación doctrinal y teológica escribió tratados de Teología Mística de gran calidad y divinamente inspirados. Luchadora infatigable por la Iglesia, por la vuelta de los Papas del destierro de Aviñón, fue consejera desde el Papa hasta los humildes sacerdotes, por los que tenía un profundo respeto y veneración a pesar de sus defectos y debilidades humanas. Siena, Italia y Europa eran una pura contradicción, a pesar de que la fe cristiana era un elemento muy perceptible en la vida de pueblo, sin embargo el poder político y religioso estaban enfrentados. En la sociedad se luchaba por el poder político entre los seguidores y los detractores del Papa. Catalina trabajo incansablemente por la paz. Rechaza la guerra como medio para conseguir la paz. A  los sacerdotes dirige estas consideraciones llenas de respeto y de exigencia, cuando habla del Cuerpo místico de la Iglesia, en su obra El Diálogo: "Quiero que sean generosos y no avaros, es decir que por codicia y avaricia no vendan la gracia de mi  Espíritu Santo. No deben, no quiero que obren así; antes bien puesto que lo han recibido como don y generosidad de mi bondad, así, como don y con corazón generoso, por afecto de amor a mi nombre y a la salvación de las almas, deben dar caritativamente a toda criatura racional, por caridad, a los que humildemente les piden. No deben recibir cosa alguna como precio, porque no lo han comprado, sino recibido gratuitamente de mí para que os sirvan; pero sí lo pueden y deben hacer como limosna. De este modo deben obrar los fieles que reciben algún servicio: deben darles limosna en cuanto puedan, porque mis ministros deben ser sostenidos por vosotros en las cosas temporales, atendiendo a su necesidad, y vosotros debéis alimentarlos por ellos en cuanto a la gracia y a los dones espirituales, es decir, los sacramentos, que he puesto en la Santa Iglesia, para que los administren en vuestro provecho espiritual" Hoy los sacerdotes a pesar de las calumnias y difamaciones viven, en su inmensa mayoría de forma sobria, y entregados a los fieles. Son objeto de mofa y desprecio porte de aquellos que recurren a su descalificación por culpa de algunos indignos, muchos menos de los que ciertos medios propagan, de forma claramente exagerada y sectaria. Fidel García Martínez