Sr. Director:
Un 28 de marzo, año 1515, nació, en Ávila, Teresa de Cepeda y Ahumada, una niña muy despierta que llegaría a ser sabia y santa: Santa Teresa de Jesús, adelantada de su tiempo.
Escritora mística de gran prestigio; reformadora, con San Juan de la Cruz, de la Orden del Carmelo Descalzo; Fundadora, Maestra de Oración y Doctora de la Iglesia. Muchos puntos desde donde mirar a esta mujer, cuyas obras han rebasado nuestras fronteras. Enamorada de Dios, fue incomprendida por sus confesores, excepto por algunos muy santos, como San Pedro de Alcántara y San Francisco de Borja, que alentaron a esta monja andariega.
La lectura de sus libros y de sus cartas, es puro placer, por la espontaneidad y elegancia sencilla de su palabra encendida, y por su contenido, tan rico de enseñanzas humanas y divinas. Entre los admiradores de la santa, me fijo en el jesuita y Siervo de Dios Padre Tomás Morales, que supo inyectar, en sus hijos espirituales, "tronco ignaciano y sabia carmelitana".
Me parece que todos los católicos que se precien, deben tenerla como su maestra de oración, junto con San Ignacio de Loyola, y dejarse de aventuras esotéricas que no conducen a Dios y originan confusión y hasta extravío de la personalidad. Bellísima la definición de oración, de Santa Teresa: "tratar de amistad, estando muchas veces a solas, con quien sabemos nos ama." (V 8, 5), y recomienda no abandonarla en el trabajo, porque "también entre los pucheros anda Dios" (F 5,8).
Josefa Romo