Sr. Director:
Cuando un paciente se encuentra en las condiciones que se requieren para utilizar la MDA se le pueden ofrecer cuatro soluciones: acudir a los cuidados paliativos, utilizar la sedación paliativa o a la sedación terminal y en último término la eutanasia o el suicidio asistido. Las dos primeras son, a nuestro juicio, moral y éticamente lícitas. Las dos últimas, sin embargo, son claramente ilícitas.
Indudablemente la primera solución es la idónea si lo que se busca es mejorar las condiciones de vida de ese paciente y lo que él desea es que se traten sus dolores o sufrimientos de cualquier tipo, pero si lo que quiere es terminar con su vida, habitualmente los cuidados paliativos no pueden cumplir ese fin.
Si los cuidados paliativos resultan ineficaces total-parcialmente, y los dolores y sufrimientos persisten, se puede recurrir a la sedación paliativa, con la que prácticamente se logra reducir o eliminar todo tipo de dolores.
Indudablemente la sedación paliativa puede acortar la vida de ese paciente, pero ello es moralmente aceptable, pues su objetivo directo no es terminar con su vida, sino mejorar su situación de sufrimiento. Es este un claro ejemplo de las acciones de doble efecto en las que lo que se persigue es un fin bueno, aunque indirectamente haya que admitir un efecto secundario malo no deseado. Es obvio que también las acciones de doble efecto, para ser moralmente lícitas deben cumplir una serie de requisitos que no es momento de detallar aquí. Es decir, lo que fundamentalmente determina la moralidad o no de estas acciones es su intencionalidad, el fin que persiguen, y en la sedación paliativa su objetivo es claramente bueno, eliminar un dolor o sufrimiento insoportables.
Otra cosa es la sedación terminal en la que, ante el hecho de que no se puedan eliminar, total o parcialmente, los dolores del paciente, se les seda hasta terminar con su vida. En este caso el objetivo es obviamente terminar con la vida del enfermo, para así terminar también con sus dolores, lo cual, a nuestro juicio, es desde un punto de vista moral o ético, claramente ilícito.