Sr. Director:
Londres y Bruselas han firmado un segundo acuerdo sobre el Brexit que, si bien mantiene las principales exigencias europeas, convierte de hecho al Reino Unido en un rival comercial, un “país tercero”, con sus propias reglas aduaneras, salvo en lo que respecta a la frontera terrestre entre las dos irlandas, donde se ha llegado a un compromiso de doble régimen que no acaba de satisfacer a los unionistas protestantes, conscientes de que la mayor integración de la isla pone en riesgo, a medio plazo, el actual statu quo. Pero, tras las felicitaciones de rigor, la Comisión Europea debería tener listo el plan de contingencia para una salida a las bravas de los británicos, posibilidad nada desdeñable, o resignarse a otorgar un nuevo aplazamiento. Porque, en realidad, el acuerdo es básicamente el mismo que la anterior primer ministra, Theresa May, no consiguió que le aprobara el Parlamento. El actual premier, Boris Johnson, se obliga a triunfar donde fracasó su antecesora, con el agravante de que se ha enemistado con un sector del partido, a cuyos diputados expulsó de la formación. En cualquier caso, la crisis política en Reino Unido se prolongará más allá del Brexit, pero ya no será una cuestión europea.
Pedro García