Cartas al director
"Sonrían a sus mujeres... sonrían a sus maridos"
Sr. Director:
En el V Aniversario de Santa Teresa de Jesús quiero comentar que en cierta ocasión un grupo de matrimonios americanos que regresaba a su patria acudió a visitar a la Madre Teresa.
Al despedirse le pidieron un consejo para su vida de familia. "Sonrían a sus mujeres", dijo a los hombres. "Sonrían a sus maridos", dijo después a las mujeres. Extrañado, alguno de ellos preguntó a la religiosa: "¿Usted está casada"? Y la Madre Teresa, sin perder la sonrisa, sorprendió a los presentes con esta respuesta: "Naturalmente que estoy casada. Y créame que no siempre me es fácil sonreír a mi marido. Porque Jesús es un esposo muy exigente."
Santa Teresa no desconocía el ambiente que le tocó vivir y que, como ocurre en todas las épocas, no difería demasiado del nuestro. Y es que la persona humana es igual desde Adán y Eva, con sus virtudes y con sus defectos. Por eso no es de extrañar que las exigencias y dificultades para el hombre sean idénticos, con algunos matices, desde el principio del mundo; y no valen las ocurrencias de algunos que se obstinan en que estamos en "otros tiempos" para dar rienda suelta a sus apetencias del momento sin calibrar si son dignas o no del hombre. Cuando una persona quiere llevar con dignidad su estado matrimonial o cualquier otra opción ha de luchar constantemente para ser coherente con el papel que eligió o le tocó representar en el mundo. Si no fuera así ¿a qué vienen los consejos de la santa, también doctora de la Iglesia?: "Sonrían a sus mujeres, a sus maridos."
Muchas veces una sonrisa equivale a un gran esfuerzo. Por eso Teresa de Jesús no duda en aconsejarla, pues una sonrisa alienta, impulsa, olvida rencillas, supera tensiones, no tiene en cuenta algún fallo cometido por el otro u otra, refleja madurez y no "blandenguería", es el impulso para recomenzar. No recomendó una tontería: ella tenía bien asumido que su Dios la quería y la asociaba a su cruz, ¡porque la cruz existe! Pretender que en este mundo todo son mieles es desconocer la realidad. En el mundo espiritual también existen dificultades y pruebas, y la santa lo comprobó exhaustivamente: "No siempre me es fácil sonreír a mi marido".
La facilidad para huir de la exigencia es, hoy en día, manifiesta: "Se terminó el amor", "es imposible la convivencia", "la inmadurez", "la incompatibilidad de caracteres"… Pero lo que, en algunos casos, lamentablemente, puede ser cierto, se ha convertido, en no pocas ocasiones, en un trampolín para repetir la "malvada" experiencia, dos, tres y hasta más veces. ¡Eso sí que es inmadurez!
Parece que no se cae en la cuenta de que, al ser personas, poseemos la capacidad de tener un comportamiento racional, que quiere decir distinto al de los animales. Pensar, entender, tener voluntad, son valores humanos; no nos movemos por instintos, y conocemos, o debemos conocer, que no somos eternos y que alguna vez, por tener alma inmortal, hay que dar cuenta de nuestros actos. La Verdad, desde el principio del mundo, es siempre la misma. No estamos en "otros tiempos". Y los cristianos lo sabemos. También es frase de la insigne doctora: "La verdad padece, pero no perece". Sería, pues, muy positivo que no nos cogiera de sorpresa y que asimiláramos la doctrina que Teresa de Jesús luchó por llevar a la práctica y aconsejó con valentía a cuantos se acercaban a ella. En definitiva, en su papel de monja reconocía que: "Jesús es un esposo muy exigente ". Pero no tiró la toalla.
El desconocimiento de la esencia del matrimonio desemboca siempre en una ruptura. La pareja está incapacitada para gobernarse, va "a lo suyo" y no reflexiona en el daño que proporciona al cónyuge y sobre todo a los hijos. Ya en el noviazgo, probablemente, sólo se centraron en un futuro de vida cómoda y confortable, sin pensar en las dificultades (cambios de carácter, problemas económicos, saber renunciar a los propios gustos, enfermedades, etc.) que toda convivencia lleva consigo. ¿De qué hablaron, pues, durante el noviazgo? ¿Se esforzaron en aclarar puntos vitales?: Fidelidad, educación de los hijos, sus gustos y manías, defectos y cualidades, ¿o se redujo a un simple juego amoroso? El noviazgo está para prepararse al matrimonio, si no se tiene esa intención, no existe el noviazgo.
Ojalá el matrimonio aprenda a superar los tópicos del momento y las realidades duras cotidianas, a desempeñar con optimismo sus papeles de esposa y marido, sin olvidar que la familia debe seguir creciendo entre sonrisas y… también lágrimas.
Pepita Taboada
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