Sr. Director:
En el fútbol profesional hay demasiadas tomaduras de pelo, todas ellas dirigidas hacia el aficionado que, en definitiva, es el que sostiene el tinglado y las lesiones de los futbolistas -ya sea en el campo o en el posterior diagnóstico- constituyen una de las más frecuentes. En todas las jornadas y en todos los partidos, se ven y se escuchan lesiones ‘gravísimas’.
Se ven cuando tras una entrada -más o menos agresiva- el jugador no se limita a caer al suelo, sino que interpreta toda una serie gestual que evidencia la gravedad de lo ocurrido: vueltas y revueltas en el césped, golpes desesperados al suelo, las manos a la parte afectada…
Se oyen porque los gestos suelen ir acompañados de gritos desesperados que evidencian un dolor insufrible y la desolación más negra del protagonista…Casi inmediatamente, ese protagonista, corre por la cancha como un verdadero atleta. Cosas del agua milagrosa.
Lesiones cuyo pronóstico de curación se cifra en semanas o en meses, se resuelven favorablemente en tres días.
Hay futbolistas y, por supuesto, clubes especializados en tales menesteres y su maestría llega a tal punto que engañan a propios y extraños y, cuando los propios y a veces no tan extraños, son los árbitros, el engaño es mucho más divertido.