Sr. Director:

Cualquier análisis sosegado revela que los partidarios de la eutanasia han colonizado el debate de tópicos y falsos dilemas, como señala la CEE en el documento “Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida”, un texto que, si bien tiene pocas opciones de convencer a los legisladores, quedará para la historia como un voto particular de cordura. Terminar artificialmente con la vida de una persona no es compasión sino un fracaso para la sociedad, cuando existen los medios para ahorrar el dolor al paciente y sobrados recursos para asistir en la dependencia. Lo contrario supone un desprecio a la dignidad humana, algo que la Iglesia, pienso yo, no puede dejar de denunciar. Sin por eso abandonar la cordialidad en las relaciones con quienes promueven estas medidas deshumanizadoras.