Sr. Director:
“No gastaré mucha tinta porque este escrito no se va a publicar. No hace falta ser profeta para anunciar a la vista de los acontecimientos el fin de este sistema inmoral, que ha descompuesto por completo la sociedad en todos sus ámbitos: familiar, económico, político, social, religioso, etc. Una inmoralidad sin precedentes, reina en el mundo occidental; el caos está servido. Pero una batalla contra Dios como es esta, es una necedad que no puede terminar de otra manera que en la aniquilación total del sistema. Es tan necio como querer tirar una pared de piedra a patadas. Los que tienen que hablar, callan. No se puede alarmar a la plebe, hay que dejarla revolcarse plácidamente en la pocilga en sus propios excrementos. Pero Cristo vino para librarnos de la esclavitud del pecado, sus preferidos son los pecadores. Las naciones no quieren oír, pero no podrán evitar que la persona por muy pecadora que sea, obtenga el perdón de sus pecados y experimente la paz en su corazón, si acude con confianza a Cristo, el cual, para demostrarnos su Amor, permanece clavado en la Cruz, con los brazos abiertos para darnos su perdón y su paz.