Nuestro mundo y Filipinas necesitan familias buenas, fuertes, santas y unidas, que sean un apoyo y ejemplo para otras familias.
Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo san Juan Pablo II: el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85).
Así pues, exhortó el Papa Francisco: "¡protejan a sus familias! Vean en ellas el mayor tesoro de su país", susténtenlas con la oración y los sacramentos. "Sean ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sean santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levántense con Jesús y María, y sigan el camino que el Señor traza para cada uno de ustedes".
Otro aspecto es nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad, el Papa, también en Filipinas, puso de relieve que "cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo". Esto aclara algunas interpretaciones sobre lo que el Papa dijo en el avión que lo devolvía a Roma.
En el Año de los Pobres establecido por los obispos de Filipinas, el Santo Padre pidió que las familias sean "discípulas misioneras de Jesús", ayudando a los más necesitados, los que no tienen familia, a los ancianos y niños sin padres. No escondan su fe, no escondan a Jesús, llévenlo al mundo y den el testimonio de su vida familiar.
Lluis Esquena Romaguera