Sr. Director:

Bienvenidos al día de la marmota, película de la que seremos protagonistas los próximos meses. Parece que hayamos retrocedido en el tiempo o que, mejor dicho, no hayamos avanzado nada. Con la llegada del frío otoñal, han vuelto a resonar los ecos del confinamiento y ya tenemos sobre la mesa un nuevo estado de alarma, acompañado, esta vez, de otros conceptos como el toque de queda o el cierre perimetral. En definitiva, estamos de vuelta a una situación de excepcionalidad cada vez ya menos excepcional.

Por supuesto, como no podía ser de otro modo, el otoño también nos ha traído viejos conflictos que reflejan los intereses partidistas e individualistas de la clase política. La  negociación para la prórroga del estado de alarma ha dado buena cuenta de ello. Durante las casi seis horas de debate en el parlamento, los diputados y diputadas han expuesto su postura, intentando persuadir al resto del hemiciclo, con la intención de influir en la votación, sin plantearse la opción de mediar y acercar posturas con la oposición.

Al ver las intervenciones de los diferentes representantes políticos, me he dado cuenta de que todos oyen, pero muy pocos escuchan el mensaje de su interlocutor. Dice el Dr. Luis Cortés Rodríguez, en su libro Cómo conocer mejor los discursos políticos, que el discurso parlamentario, en el que abunda la confrontación y el deseo de convencer al resto de oyentes, priman los mecanismos lingüísticos y retóricos propios de la argumentación y persuasión (intensificadores, contrastes, preguntas retóricas, ironía, atenuadores, etc.). Sin embargo, en su afán por convencer y ganar el apoyo de los grupos afines, a más de uno se le olvida prestar atención al mensaje emitido por sus oponentes.