Sr. Director:
En una de las obras más importantes obras de la literatura mística mundial, La Mística Ciudad de Dios, su autora la Madre María Jesús de Agreda, narra y describe con todo tipo de detalles y puntualizaciones basadas en las Sagrada Escrituras, los acontecimientos de la Semana Santa. En este Lunes Santo se revive el famoso episodio de la Unción de Betania. Con un estilo brillante, pero de gran emotividad, narra la consejera epistolar de Felipe IV, el tema con sus principales protagonistas: Jesús, María Magdalena y Judas. Además del resucitado Lázaro y su hermana Marta: “ Estando recostado el Salvador en este convite, conforme a la costumbre de los judíos, María Magdalena llena de divina luz y nobilísimos pensamientos y con ardentísimo amor, que a Jesucristo su divino Maestro tenía, le ungió los pies y derramó sobre ellos y su cabeza un vaso-pomo- de alabastro, lleno de licor flamantísimo y precioso, de confección de nardos y otras perfumes aromáticos; limpió los pies con su cabello: de la fragancia de estos ungüentos se llenó toda la casa, porque fueron en cantidad y muy preciosos y de liberal enamorada, quebró el vaso derramarlos sin escasez y en obsequio de su Maestro. El avariento Judas Iscariote, que deseaba se le hubiese entregado para venderlos y coger el precio, comenzó a murmurar de esta unción misteriosa, y a mover a algunos otros apóstoles con pretexto de pobreza y caridad con los pobres, a quienes -decía- se habían defraudado las limosnas, gastando sin provecho y con prodigalidad cosa de tanto valor, siendo así que todo eso era don disposición divina y él hipócrita avariento.
El Maestro de la Verdad y vida disculpó a Santa María Magdalena, a quien Judas reprendía de pródiga y poco advertida; y el Señor dijo a Judas y a los demás que no la molestasen porque aquella acción no era ociosa y sin justa causa y a los pobres no por esto se les perdía de limosna, que quisieran hacérsele cada día. Y viendo Lucifer la disposición del depravado corazón de Judas, le arrojó en él nuevas flechas de codicia e indignación y mortal odio contra el Autor de la vida. Y desde entonces propuso de maquinarle la muerte y en llegando a Jerusalén dar cuenta a los fariseos, y desacreditarle con ellos con audacia, como en efecto lo cumplió. Todos estos pensamientos de Judas Iscariote eran patentes, no sólo al Divino Maestro, sino también a su Santísima Madre, quien el sábado, antes del Domingo de Ramos, la Madre de la Clemencia, intentó con dulcísimas y eficaces palabras y copiosas lágrimas, propuso a Judas su formidable peligro y pidió mudase el intento. (…) y para saciar su codicia de aquel avariento corazón le ofreció algunas cosas, que la Divina Madre había recibido de María Magdalena, pero nada hizo mella en el corazón de Judas más duro que el diamante.