Sr. Director:
Este es el argumento principal por el cual el juez del Escorial ha fallado a favor de la exhumación de dos españoles enterrados en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
Exactamente el auto dice: “La exhumación se encuadra en el derecho a una sepultura digna que está indisolublemente unido a la dignidad propia de todo ser humano, con independencia a la forma en la que falleció”
No puedo estar más de acuerdo con estos términos, aunque no comparta que esos términos no se den en el caso que nos ocupa. Es poner en duda la dignidad del enterramiento en la cripta de una Basílica cristiana.
¿Dónde nos entierran, y donde se hacía en los años pasados?: en el cementerio. Y en éste, en lo que se llama tierra sagrada -bendecida- por la creencia mayoritaria de nuestra nación. Aunque dentro del recinto, suele haber una parte que se llama cementerio civil -no bendecida- para aquellas personas no creyentes.
En nuestra “época y tiempos que vivimos” se practica la incineración, con bastante asiduidad; y esas cenizas, algunos las esparcen por las montañas, los ríos, o el mar. Cuando no se las llevan a casa. ¿Son estas sepulturas dignas? ¿Acaso no es una sepultura digna estar enterrado en la cripta de una Basílica? ¿Es indigno el que se rece por el alma de los que allí descansan “con independencia de la forma en que fallecieron”? Esto es lo que en ese lugar se hace en las celebraciones Eucarísticas, o cuando el monumento -que ya es de todos los caídos- es visitado por personas creyentes. Más el recuerdo de los no creyentes.
Es o debía ser nuestro Panteón de personas ilustres. Es o debe ser nuestro monumento de los Inválidos. Debe ser nuestra Memoria Histórica de lo que no debe volver a repetirse. Lugar de reconciliación y de respeto, no de enfrentamiento. Ese lugar ya no es nuestro, es de todos los que allí descansan.
Si hay personas o familias que quieren llevárselos de allí, que lo hagan. Personalmente respeto la decisión que tomen en el ejercicio de su libertad.
Puede que no crean, o que sí, en la vida eterna. Pero la pregunta que debían hacerse, e incluso que deberían hacerles a sus seres queridos, que en muchos casos ni habrán conocido después de 82 años es:
¿Te voy a llevar a una sepultura más digna?