Mis padres fueron emigrantes, yo nací en la emigración. Yo he ayudado a nacionalizarse española a mi asistenta. Pero mis padres fueron trabajadores los dos y legales. No es verdad que no haya personas ilegales: multitud de ciudadanos españoles están fuera de la ley por aparcar en segunda fila o no rotular en catalán o... no llevar encima un documento de identidad. No podemos discriminarlos de los presuntos buenos salvajes.
Las fronteras deben abrirse habitualmente a personas documentadas, no a las que destruyen su documentación para abusar de la caridad pública. De otro modo tendrían un trato superior a los españoles.
Y si vienen a establecerse en España deben obedecer las leyes y adaptarse a las costumbres. Y ganarse la vida trabajando. Es decir, en igualdad con los españoles. No en superioridad.
Eso, desde el punto de vista de la justicia estricta.
Desde el punto de vista de la caridad, que nos obliga a los cristianos. Nos obliga personalmente según nuestra conciencia, y a los demás según la suya. Chesterton dijo que los vicios contemporáneos son VIRTUDES cristianas que se han vuelto locas. La caridad a fondo perdido fue siempre una insistente prédica católica, pero libre y nunca una responsabilidad cargada a todos vía impuestos. ¡Qué fácil es hacer caridad con el dinero ajeno!
Las fronteras definen sociedades con derechos, leyes y jurisdicciones. Su fácil travesía no puede hacerse soñando con que sólo hay una sociedad y una sola autoridad. Eso es hoy irreal y como designio una peligrosa amenaza de totalitarismo en el actual estado y dinámica de las cosas.