Sr. Director:

En la mayoría de los países occidentales se percibe una descristianización acelerada que lleva a un planteamiento materialista en las personas, aunque quizá habría que decir que el materialismo patente hace que las personas se alejen de la trascendencia, del auténtico fin de los hombres y mujeres. Esto es tan obvio que no haría mucha falta volver a insistir, pero es tan grave que sí que merece la pena volver a insistir. Quizá, sobre todo, porque hay ambientes en nuestra sociedad española -no sé en otros sitios- en los que hay más consciencia de esa sociedad materializada, desespiritualizada y, por lo tanto infeliz.

El intrascendente se materializa, se animaliza. Quien se olvida de sus principios cristianos se convierte en un egoísta totalmente pernicioso para la sociedad. Lo simplemente físico, material, no hace feliz a una persona que tiene alma espiritual y un fin trascendente. Pero resulta que hay tantas apetencias tentadoras en la sociedad moderna occidental que el hombre, la mujer, se olvidan de para qué existen.

Tarde o temprano se dan cuenta de que a base de placeres la persona no puede realizarse. Lo triste es que suele ser tarde, porque temprano tienen poca experiencia y muchas tentaciones asequibles en el mundo materialista de los móviles y de las modas. Luego, con el tiempo, advierten que con tanta superficialidad y tanto egoísmo, se les ha pasado el tiempo adecuado y no pueden formar una familia, han tenido tantas experiencias que lo que les pesa es la vaciedad de lo vivido.