Sr. Director:
Recibimos con una cierta periodicidad noticias sobre el andar de las ordenaciones sacerdotales en todo el mundo. Y es fácil reconocer que son noticias que interesan a muchos católicos que ven, con una cierta pena, y no sin dolor, que el número de sacerdotes activos desciende cada año en casi todos los países occidentales; y el número de las vocaciones que ingresan en el seminario, descienden, y se mantienen en números que no aseguran el reemplazo generacional. O sea, muchas iglesias en Europa y América tendrán que cerrar en el paso de pocos años. El resto del mundo va por otros caminos.
El fiel católico sabe muy bien que Dios responderá siempre a la oración que Su Hijo, Jesucristo, nos invitó a hacer: “Que el Dueño de la mies, envíe obreros a su mies”. Lo que no sabe el fiel católico es ni dónde ni cuándo enviará el Señor esos obreros para que cuiden de su mies, y la sostengan en la Fe, en la Esperanza, en la Caridad.
En contraste con esas situaciones y esas noticias, tenemos la noticia de la expansión de la Iglesia en países de África y de Asia, desde Tailandia, China, Vietnam, hasta Togo, Nigeria, no obstante las matanzas provocadas por los grupos musulmanes yihadistas.
Y no sólo el crecimiento. Lo más bello de la noticia es el número de sacerdotes que van siendo ordenados en cada país. Y el caso más llamativo es Birmania, país en el que hay apenas algo más de 600 mil católicos, entre 42 millones de habitantes, que tiene hoy 1.300 seminaristas. El mayor número de seminaristas por católico del mundo.