Sr. Director:
Una de las ideas fuerza de quienes imponen mediáticamente las directrices de nuestro tiempo es la exaltación de la pluralidad y diversidad de los seres humanos, cualidades que reconoce cualquiera que viva en contacto con la sociedad actual y acceda a los diferentes canales de la tele.
Sin embargo y paradójicamente, una gran pretensión de esos mismos es la de dictarnos cómo y qué debemos pensar y hacer, lo que debe o no preocuparnos, lo que debemos amar, odiar y sentir, y hasta lo que debería resultarnos indiferente.
Entre esos mandatos no siempre perceptibles, los hay que -cuando son acordes con nuestra naturaleza humana- los asumimos sin problema. Como son la preferencia de la bondad sobre la maldad, de la salud sobre la enfermedad, de la verdad sobre la mentira, de la vida sobre la muerte, y en general, la de todo aquello que nos hace más humanos.
El problema surge cuando nos dan gato por liebre y nos presentan machaconamente lo malo como bueno, lo falso como verdadero, lo letal como vivificante, etc.; pues logran acabar confundiéndonos.
Es lo que nos ha sucedido con las campañas ideológicas para insensibilizarnos ante el aborto, y ahora ante la eutanasia. Actos ambos muy poco humanos, pero que presentados como respetables opciones individuales y soluciones humanitarias, han logrado torcer nuestra humana sensibilidad.