Ha sido la desgraciada y lamentable muerte del inocente: un niño de ocho años, casi seguramente asesinado en Ceuta y probablemente con violencia sexual. Repugnante hasta el extremo y sea quien sea el culpable, independientemente de su religión o raza, pague las consecuencias. Con la inocencia no se juega y un niño de ocho años siempre es inocente.
Ahora bien, la muerte violenta de un niño musulmán en la ciudad española de Ceuta era lo único que necesitaba Rabat para volver a las andadas.
¿De verdad cree Pedro Sánchez que ceder cobardemente ante Mohamed VI provocaría la renuncia de Rabat a robarnos Ceuta y Melilla y a verter todo su odio contra España? ¿Acaso no se acuerda de la reacción de los marroquíes residentes en España -sólo 700.000, una verdadera bomba de relojería- tras la eliminación de España por Marruecos? Y sólo era una partido de fútbol.