Félix Bolaños, ministro de Presidencia, y Esteban González Pons -el Gato de Cheshire- no han llegado a una acuerdo sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Pons nunca dice la verdad pero no llega a lo de Bolaños, que siempre miente. La tesis de Moncloa, que filtra a la prensa con la condición de que citen fuentes del Gobierno -una aguda nueva ténica del Gobierno- es que, como se trata de un mandato constitucional, no hay nada que negociar: se acepta los nombres que propone Sánchez, algunos de ellos juristas extraordinariamente sectarios y ultraprogres, o se está incumpliendo la Constitución.
Naturalmente, la Constitución le importa un bledo a don Félix, lo que quiere es controlar la justicia aún más de lo que ya la controla, con Dolores Delgado como fiscal general del Estado.
Y el PP, lo utilice como excusa o no, tiene razón: hay que aprovechar el cambio de cromos para modificar el sistema de elección del poder judicial. El PP no va muy allá, como siempre, pero incluso habla de que sean los jueces quienes elijan a los jueces.
Pues no basta: a lo que hay que ir es hacia la justicia popular, que la izquierda odia mucho más que la derecha. Como en Estados Unidos. Que los jueces de base sean elegidos en elecciones locales, como lo son los políticos. Y a medida que se asciende en el escalafón, no es malo el procedimiento norteamericano: jueces nombrados a dedo por los gobiernos, como los gobernadores del Banco Central pero que luego los mismos que les nombraron no puedan cesarlos hasta su muerte.
Y si no, pues que los jueces sean elegidos por el pueblo y juego los elegidos escojan a sus jefes.
En resumen, ¿Elección de Jueces? ¡Que los elija el pueblo!
Además, Pons miente mucho y Bolaños miente siempre. Y lo malo no es el desacuerdo entre PSOE y PP. Lo malo es que el acuerdo perpetuaría el actual sistema.