Increíble pero cierto: el gobierno chino ya ha advertido a Filipinas, el país hispano del sureste asiático, que se atenga las consecuencias por haberse atrevido -¡que horror!- a felicitar al nuevo primer ministro de Taiwán, anti-Beijing William Lai, vencedor de las elecciones en la Isla. 

O sea, que ya no se puede ni felicitar al vencedor de unas elecciones libres porque la prepotencia de Xi Jinping le impide reconocer una victoria democrática, o sea, no como la suya, que se perpetúa en el poder por la fuerza, felicitación formulada por un país soberano... ¡aguántale!

Y la amanaza, y el miserable tirano Xi Jinping lo sabe, llega en el peor momento posible, por cuanto el país filipino lucha por mantener la democracia entre el islamismo, el comunismo y la 'protección' norteamericana.

Digo protección, ente comillas, por cuanto el alineamiento de filipinas con Occidente, que se remonta, no a la II Guerra Mundial, sino a la presencia española en Filipinas que convirtió a aquello, no en una colonia, sino en una región española más, con diputados filipinos en la Carrera de San Jerónimo, ese alineamiento, digo, ha sido inequívoco. 

Además, Filipinas es el régimen de libertades, aprendido de los españoles no de los norteamericanos que nos expulsaron de allí, más antiguo de toda Asia.

En Taiwán, ya lo hemos dicho, ganaron los antichinos. Democráticamente, pero eso poco importa a los comunistas chinos de Xi Jinping

Pero, miren por donde, a Pedro Sánchez no le interesa poner mucho calor en las felicitaciones al taiwanés William Lai, que se enfrenta a la mayor tiranía del mundo, ni apoyar a Filipinas, que eso no le ayudaría en su proyecto político de convertirse en un líder mundial, especializado en nadar ente dos aguas, capaz de hablar mucho y no comprometerse en nada y, en suma, propicio a alinearse con los grandes mientras asegura defender al débil, cuando lo que hace es abandonar a los pequeños. Por ejemplo, a Taiwan y Filipinas frente a la tiranía china.