Con su clarividencia habitual, que no te hace comprender las cosas sino verlas, el catedrático de Historia Javier Paredes, se cachondeaba el domingo en Hispanidad del muy cachondeable Gabriel Rufián. El portavoz de ERC, al que sobra medio metro de lengua y faltan unos milímetros de cerebro y unos centímetros de corazón, ha asegurado que el hecho de crear una Comisión parlamentaria sobre pederastia clerical, o un grupo liderado por el defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, y hasta ambas cosas a la vez, no significa, claro que no, ningún tipo de actitud anticlerical, por parte del señor Rufián ni de ningún otro político podemita o socialista. Gente de suyo tan sincera como el mismísimo Lluis Companys.
Y a lo mejor hasta tiene razón, aunque, a su retorcida manera, el señor Rufián no busque nada racional sino sólo tener razón y aplastar al adversario.
A Gabriel Rufián los niños, las víctimas, le importan un comino. Lo que le importa es masacrar a los curas... y no por pederastas, sino por sacerdotes
Comenta el filósofo Fabrice Hadjadj lo siguiente: "si no he glorificado la inocencia del niño, no puedo horrorizarme por los abusos que sufre". Y concluye. "Y si incluso no percibo el carácter divino del sacerdocio, no puede estar más horrorizado al saber que un sacerdote haya cometido tales abusos".
Dicho de otra forma, que no se trata, no sólo, de que el señor Rufián, cínico de profesión, asegure que lo suyo no es cristofobia, cuando ha montado todo este pollo por una pederastia clerical que tan sólo representa el 0,2% de la pederastia global. No, lo grave es que al señor Rufián los niños, las víctimas, le importan un comino, lo que le importa es masacrar a los sacerdotes, a los pederastas y, de paso, a la inmensa mayoría que no lo son.
La gentuza progresista sabe que aquello que pretenden destruir, no la pederastia sino el sacerdocio, es tan insigne, que no podrían dañarlo de otra forma
Que un sacerdote se aproveche de un niño resultara algo especialísimamente repugnante... precisamente porque el sacerdocio es algo insigne.
Por eso el cinismo progre en este asunto obtiene tanto éxito, porque parten de un hecho cierto aunque mínimo y extraordinariamente repugnante. Tan repugnante que muchos están dispuestos a condenar al culpable... y al inocente, al que tan sólo por ser cura ya resulta sospechoso.
Y también, porque saben que aquello que pretenden destruir, no la pederastia sino el sacerdocio, es tan insigne, que no podrían dañarlo de otra forma.