Me advierte un colega de la prensa digital que determinados medios me han tachado de su lista de amigos porque Hispanidad no deja de criticar a los compañeros y ya se sabe que perro no muerde perro.
Es cierto: últimamente en Hispanidad no dejamos de criticar a los colegas. Se lo aseguro: personalmente ni disfruto ni gano nada con ello, lo hago como un penoso deber.
Llevamos cinco años de Sanchismo, periodo en el que, no por casualidad, los medios españoles (sobre todo la TV pero también prensa y radio) nos hemos convertido en parte del movimiento propagandístico de Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Naturalmente, ya desde el inicio, al contemplar nuestra actitud servil, el Sanchismo ha pensado aquello de "a bodas me convidan" y se ha convertido en el reino de la censura hipócrita, con el objetivo de proteger al gran ególatra que vive de inquilino en Moncloa... pero que se comporta como si fuera el propietario del gobierno.
Se ha impuesto la censura, justificada, bien para evitar el odio, bien para evitar el bulo. Por partes: el odio es una realidad en el mundo desde nuestro padre Adán y nuestra madre Eva, pero los delitos de odio no son otra cosa que un melodrama interesado para evitar cualquier tipo de crítica al poder, sea político, económico o, el más peligroso de todos, el poder cultural, el que impone lo políticamente correcto en cada época. Esto es, aquello que se puede decir y lo que resulta arriesgado escribir. Los delitos de odio no persiguen al odiador sino al discrepante.
O la prensa vuelve a su función de contrapoder o se diluirá en la nada, que es peor que la quiebra
Y el bulo, o la lucha contra el bulo envuelta en ese alcanfor llamado verificación, no es más que otra hipocresía censora, esta vez para ahogar la libertad de opinión.
Por lo tanto, me temo que es preciso que continuemos denunciando la degeneración de los medios españoles, pegados al poder y, cuando no financiados con dinero público, gozando de los privilegios informativos de dicha cercanía.
Con Sánchez, la prensa española ha renunciado a su función de contrapoder. No sólo eso, se ha alineado, con las excepciones que se quiera, apenas ninguna entre los grandes medios, con el Sanchismo porque saben que, en medio de la crisis más pavorosa de los medios, la provocada por Google, arrimarse a los valores -más bien contravalores- de La Moncloa resulta rentable y muchos lo consideran imprescindible para sobrevivir.
La necesidad tiene cara de hereje pero eso no justifica que los periodistas perdamos el mínimo de libertad y de independencia que necesitamos para realizar nuestra tarea. O eso, o mejor que nos dediquemos a otra cosa... la quiebra es preferible a la cobardía y al deshonor
Con excepciones, el mundo mediático español, insisto, sobre todo el de los canales de televisión, ahora rinde pleitesía al amado líder Pedro. Sobre todo, en las tertulias y en los programas de análisis televisivo, con alabanzas directas a sus tópicos o masacrando a todo aquel que se atreva a discrepar del Sanchismo, con verdaderos comisarios políticos del presidente en los medios públicos y en los privados.
La necesidad tiene cara de hereje pero eso no justifica que los periodistas perdamos el mínimo de libertad y de independencia que necesitamos para realizar nuestra tarea. O eso, o mejor que nos dediquemos a otra cosa... la quiebra es preferible a la cobardía y al deshonor.
Así que, señores y señoras, desde Hispanidad seguiremos criticando la servidumbre de los medios españoles hacia La Moncloa, es nuestro deber. A veces el perro tiene que morder al perro, sobre todo cuando la libertad de prensa está en peligro. O la prensa vuelve a su función de contrapoder o se diluirá en la nada, que es peor que la quiebra.