La noticia de este miércoles sobre el repugnante crimen de Samuel Luiz es que la Fiscalía, en la que manda Moncloa, se ha negado a la pretensión del juez para levantar el secreto del sumario. Asegura que todavía hay diligencias pendientes -no es necesariamente incompatible lo uno con lo otro-. Al tiempo, ha puesto por delante la Fiscal responsable de delitos de odio porque, para entendernos, el repugnante crimen de Samuel Luiz tiene que ser homófobo, o sea, perpetrado porque la víctima era homosexual, sí o sí.

Los investigadores creen que no, pero el relato ya está construido para ser sí. Y si no fue por razones homófobas será porque los asesinos rebosaban homofobia, motu proprio, aunque no le mataran por su condición sexual dado que ni le conocían.

Y hasta cuando el padre de Samuel pide que dejen a su hijo en paz, que no le utilicen políticamente, el lobby gay le responde que el importa una bledo lo que quiera la familia y continúan con… su relato.

La hipótesis de los investigadores es que no eran homófobos, eran unos cafres. 

En paralelo, el relato ya se ha construido sobre un crimen homófobo mientras el lobby gay continúa organizando manifestaciones, al grito de "Nos están matando”

La verdad es que si afirmo esto es por dos razones:

1.La víctima fue salvajemente apaleada por unos desalmados, no hay derecho a que ,encima, se le manipule ya muerto.

2.En nombre de los delitos de odio, inaugurado en España por Zapatero, se está pervirtiendo la seguridad jurídica. Entre otras cosas porque, en materia delitos de odio, se confunde delito con pecado (el pecado sólo lo juzga Dios, no el juez) y porque, también es el acusado quien tiene que demostrar que no odia al acusador. Y eso no resulta aceptable.