La historia de la festividad de Cristo Rey, que este año celebramos el domingo 20 de noviembre, la tienen ustedes en otro estupendo artículo del exministro Jorge Fernández, publicado en La Razón, justo ese día: domingo 20.
El pasado domingo 20 de noviembre terminó el año litúrgico católico. A partir de hoy, lunes 21, entramos un nuevo año litúrgico y comienza el Adviento, con sus cuatro domingos antes de Navidad.
Y en estas acudo a una Iglesia madrileña y escucho el sermón, actividad, que, últimamente y con las consiguientes excepciones, consiste en un deporte muy divertido. Las homilías dominicales se han convertido en una exhibición de lo políticamente correcto, donde el sacerdote ya no enseña a la feligresía: sólo pretende no ofenderla, convencido como está de dirigirse a una audiencia supuestamente incrédula. Con ello, consigue no ofenderla... sino, precisamente, escandalizarla con su tibieza.
Y en esta ocasión no iba a ser menos. El mosén nos advierte que, aunque celebremos la Festividad de Cristo Rey, no debemos entenderlo como algo político. Advertencia tan pertinente como ociosa, dado que el ambiente general nos lleva a concluir que no es necesario advertir contra la politización de la religión sino contra su contrario: la conversión de la atmósfera política dominante en credo religioso, sin posibilidad de discrepancia.
El clímax homilético llegó cuando el oficiante exclamó aquello de que "Cristo-Rey no es un monarca que reclame sumisión al hombre"... ¡pues debería! Tiene todo el derecho a ello.
Confesionalidad: claro que es buena en un partido político, no en un Estado, al menos hasta que llegue la Ciudad de Dios
Hablamos de Dios, pero, al parecer, la directriz de los clérigos actuales consiste en la marcada por el genial René Goscinny cuando hizo exclamar a uno de sus personajes paganos: "esto de que los dioses se comporten como si fuesen amos tiene que acabarse".
Pues mire, no: resulta que Dios, el único Dios, es mucho más que el amo del hombre. Es nada menos que su Creador. A Él sea dado todo el poder y la gloria, como Rey que es del Universo. Y claro que puede exigir sumisión, otra cosa es que prefiera ofrecer amor.
Y todo esto nos lleva también a la confesionalidad. Sí, nos lleva, porque esta festividad ha pasado a ser considerada, por mor de la enloquecida mentalidad contemporánea, una exhibición de grupos de ultraderecha.
Pues bien, vamos allá: claro que la confesionalidad es buena en un partido político, no en un Estado, al menos hasta que llegue la Ciudad de Dios. En un partido político católico, confesionalidad no es más que coherencia. Un Estado, sin embargo, no debe ser confesional porque no podemos obligar a quien no tiene fe a vivir como si la tuviera, debemos respetar su conciencia porque ese es el terreno sagrado que ni el mismísimo Cristo-Rey osa pisar.
Pero un partido que expone sus ideas en el foro público, ¿por qué puñetas no podría ser confesional si lo son sus miembros? Puede y debe. Por coherencia insisto, y para no convertirse en un PP cualquiera... y para no caer en el pluralismo interno, o sea, en el esquizofrenia.
La festividad de Cristo-Rey es una maravilla. Los tradicionalistas la celebran, y no son ultras, son cristianos. Con ella acaba el año litúrgico. Porque Cristo es, en verdad, el Rey del Universo, todo entero.