Nuevo viaje del Papa Francisco, a Budapest y Eslovaquia. En la capital húngara apenas unas horas pero muy relevantes. Francisco aprovechó para consagrar la adoración eucarística que ahora mismo pasa por ser unas de las tendencias más agudas, y más prometedoras en el catolicismo contemporáneo.
No habló de la adoración nocturna sino de la adoración perpetua. Es decir, de Cristo sacramentado que sale del Sagrario y se expone en la Custodia para ser adorado por los fieles. Con el modernismo nos habíamos olvidado de que el hombre vive arrodillado, en permanente adoración, consciente o inconsciente, de grado o por fuerza pero siempre arrodillado: ante Dios o ante sus propios vicios, que actúan como ídolos… siempre arrodillado.
Y otra cuestión más sobre la adoración eucarística: no tiene normas. Uno se sienta, o se arrodilla, y piensa o dice lo que le place. No hay reglas, no hay conductor, no hay liturgia, sólo el hombre frente a Dios.
Y con la sencillez a la que nos tiene acostumbrados, Francisco recordó en Budapest que en el pan consagrado está el mismísimo Dios, frágil y anonadado, porque el hombre ha de “estar en adoración ante la Eucaristía para contemplar la fragilidad de Dios”.
Recuerden: todo lo que ocurre hoy en la Iglesia y en el mundo no es sino batalla eucarística.
La adoración permanente como norma no escrita se está extendiendo por todo el mundo y creando la costumbre de postrarse ante el Santísimo expuesto a la vista de los fieles una hora a la semana. Proliferan en todo Occidente las adoraciones permanentes -seven eleven- y con unos resultados increíbles. Al parecer, la adoración trasforma al ser humano. Y hay quien considera que el vuelco de una sociedad que parece haber perdido la fe puede estar en la adoración eucarística.
Al tiempo, Francisco al que muchos católicos acusan de progresista, recordó que en el pan eucarístico está el mismo Dios, ratificando así el principio básico de la teoría y la práctica cristianas: la transustanciación.
Y sí, es cierto que la política húngara no es la misma política sobre migración del Papa Francisco. Pero ojo, eso no significa no ayudar al desfavorecido. Lo que ocurre es que el primer ministro, Víctor Orban, insiste en lo que hay que hacer es ayudar en el origen, en los países de los propios migrantes. Es por eso por lo que el sacerdote Kornél Fábry, secretario general del quincuagésimo segundo Congreso Eucarístico Internacional, explicó que Hungría ayuda en los países de origen, por el ejemplo con el programa ‘Hungría ayuda’ de creación e iglesias y escuelas en Siria o el envío de Médicos a África. El mismo sacerdote resume el sentir mayoritario húngaro, que apoya la política migratoria de Víctor Orban: “La mayoría de los húngaros dicen lo mismo: no debemos traer los problemas a Europa, sino que debemos ayudar allí donde se encuentran los problemas”.
Lo que ocurre es que muchos quieren respaldar la injusta política de la Unión Europea (UE) contra Hungría, a la que presenta como una dictadura ultra y racista, cuando es, junto a Polonia, el único país que defiende los principios cristianos en la política del Gobierno.
El Papa abandonó Budapest y partió hacia Eslovaquia pero está claro que ha sido mucho más que una visita relámpago.