- Aquelarre de populismo de Podemos, PSOE y C's, exagerando las penurias de los españoles.
- No surge una clase política corrupta en una sociedad no corrupta.
- No surgen demagogos donde la sociedad desprecia al demagogo.
- Al final, lo de la pancarta, "No queremos realidades, queremos promesas".
- Y todo esto no hace más que beneficiar a Rajoy… e imponer la mentira.
- No premies al demagogo con tu voto, ni por mor del mal menor. No es propio de un católico.
Cuando hablamos de populismo hablamos de eso: de demagogia. Pues bien, en esta campaña electoral por el 26 de junio la demagogia sensiblera se ha disparado,
incluso más que el 20-D que ya batió marcas históricas jamás antes conseguidas.
No sólo
Pablo Iglesias, también
Pedro Sánchez e incluso
Albert Rivera participan en este aquelarre de demagogia sobre la situación en España. Cualquier día que los niños mueran de hambre en las calles.
Naturalmente,
en España nadie se muere de hambre y, ojo, nadie pasa hambre. Hay personas que sufren incultura, desarraigo, soledad, depresión… y a todo ello podemos denominarlo miseria.
Pero siempre van a tener para comer, vestir y para las necesidades más básicas.
No es que haya que conformarse, por supuesto. El ser humano tiene una dignidad que le lleva
a no vivir de los demás… salvo los jetas, claro.
En cualquier caso, que Pablo Iglesias y sus chicos practiquen esta demagogia. No me extraña. Que los demás entren en esa rueda podría extrañar más pero no tanto, por la razón que ahora explicaré.
Insisto: si Podemos llega al poder me sorprendería pero
no me extrañaría, porque con la demagogia ocurre lo mismo que con la corrupción.
No surge una clase política corrupta en una sociedad no corrupta. No surgen demagogos donde la sociedad desprecia al demagogo. Surgen tiranos populistas porque a la gente le gusta la
demagogia. Para entendernos, la gente le tiene miedo a la realidad y acaba propugnando lo de aquel cartel iberoamericano: "
No queremos realidades, queremos promesas".
Eso sí, no premies al demagogo con tu voto ni por mor del
mal menor. No es propio de un católico.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com