No tengo la menor intención de defender a Plácido Domingo por haber sido incoherente con sus propios principios y compromisos, por haber traicionado la confianza de su esposa legítima y por haber fornicado con artistas a las que les convenía ser amables con el jefe. Él mantiene que siempre fueron relaciones consentidas. ¿Y qué más me da, Plácido? Estabas traicionando a tus principios, a tu moral, a tu mujer y al respeto debido a la mujer, a toda mujer, sea o no acreedora de ese respeto, que en algunos casos no lo es.
Ahora bien, dicho esto: cuando contemplo a las estrellas del firmamento feminista, cebarse con el peticionario de disculpas y con cualquiera que haya osado poner en duda las acusaciones que contra Plácido se han vertido, contra los que plantearon dudas sobre su culpabilidad y contra los que criticamos al lobby feminista, -¡qué osadía!- se hace necesario aclarar algunas cosas.
Una cosa es luchar contra cualquier caso de abuso contra la mujer, que hay que hacerlo, y otra pensar que todas las mujeres son santas, o que la mujer nunca acosa
Señoras acusadoras del señor Domingo: ¿aceptabais acostaros con él para ascender en vuestra carrera artística? Entonces erais tan culpables como él. No erais mujeres hambrientas que se prostituyeran para poder sobrevivir.
Más: no se puede meter a todos los varones en el mismo armario. Ni tan siquiera a los réprobos. una cosa es ser un jetas -en el presente caso, seguramente reprobable si es que el tenor se aprovechaba de su fama y condición-, y otra ser un acosador.
Por las mismas, una cosa es abuso sexual y otra violación. Una cosa es Plácido el jetas y otra Weinstein el violador.
Por aclarar: una cosa es una mujer que busca justicia y otra una que busca ventaja o venganza. Una cosa es acoso y otra es abuso, una cosa es abuso y otra violación.
Y existen más distingos. Una cosa es luchar contra el abuso sexual, que hay que hacerlo, y otra pensar que todas las mujeres son santas o que la mujer nunca acosa al varón. Lo hace, sólo que con otras armas. Lógico. A menudo olvidamos que el sexo femenino es fisiológicamente receptor y el sexo masculino es fisiológicamente emisor (feministas, ya podéis rasgaros la vestiduras ante la evidencia). Por eso Romeo se declara y Julieta le acepta o le manda a freír espárragos.
Y todo esto es posible por el ambiente que hemos creado: fornicar es bueno mientras sea legal. Y así, el bien y la verdad cambian al mismo ritmo que la ley
El pueblo español no inventó en balde la expresión ‘calientabraguetas’ ni las sociedades inventaron la virtud de la modestia como obligatoria para ambos sexos… en el hablar, hacer y vestir.
En cualquier caso: el caso Plácido Domingo revela el trasfondo más grave de este asunto: “todo esto es posible gracias al ambiente hipócrita y envenenado que hemos creado y que podemos resumir así: fornicar es bueno mientras sea legal. De hecho lo legal siempre es bueno y lo ilegal malo… hasta que cambie la ley
Pero en el caso de Plácido, una mujer que valorara más su integridad y su dignidad hubiera podido aprovechar los galanteos del señor Domingo para arrearle a la gran estrella una poco plácida y bien sonora bofetada. Porque si lo que estamos haciendo es crear una sociedad feminista en perfecto estado de acosamiento, cualquier desaprensiva podrá aprovecharlo para ajustar asuntos pendientes con todo varón que le caiga gordo o contra quien tenga cuentas que arreglar.
Y eso es lo que se llama una sociedad injusta. Y -que el Código Penal me perdone- hay mujeres a las que yo… ¡no les creo! ¡Que horror, lo que acabo de escribir! Voy a autoinculparme ahora mismo por machismo recalcitrante y redivivo.